Canarias, destino idílico de vacaciones

Playas… ¿quién da más?

Fuerteventura. Corralejo. Pop Corn Beach

Las Islas Canarias guardan auténticos tesoros de la naturaleza. Algunos son conocidos (a menudo a nivel mundial, tal es su valor) y otros aún están por descubrir para gran parte de los turistas. En la mayoría de los casos, siempre sorprenden por su belleza y pureza. Y en alguna ocasión dejan incluso con la boca abierta por su rareza. Es el caso de esta playa situada en el norte de Fuerteventura, que ha ganado una enorme popularidad en los últimos tiempos tras haberse viralizado en las redes sociales. También las televisiones y los diarios de medio mundo se han hecho eco de este peculiar espacio. ¿La razón? Las “palomitas de maíz” que alfombran el terreno.
Imágenes

Playa de El Hierro, en La Oliva

No son palomitas, obviamente, pero es tal su similitud con este bocado que a este rincón al que se llega tras cruzar una zona de vegetación local formada por aulagas ya se le conoce como la Popcorn Beach (ese es su hashtag en Instagram) o la playa de las palomitas. Su verdadero nombre, en realidad, es playa de El Hierro, y está en el término municipal de La Oliva.

Algas calcáreas

Fuerteventura. Corralejo. Pop Corn Beach

Pero no, no son palomitas (los canarios las denominan roscas o cotufas), por mucho que la vista haga creer que son exactamente eso. Se trata de coral blanco, resultado de la mezcla y la erosión de algas calcáreas con la arena blanca de la playa. Se les llama rodolitos. Para que adopten esa forma tan singular, han de pasar al menos 50 años (antes de acabar en la orilla, crecen bajo el agua un milímetro al año, de modo que si miden 25 centímetros tienen 250 años). Por tanto, una playa como la de El Hierro ha necesitado siglos para tener el aspecto actual. En la época en que fue tan codiciada por los piratas (siglo XVII) ya tenía ese aspecto, y mucho antes, ya que algunos rodolitos tienen más de 4000 años. Ciertamente, dejan con la boca abierta al visitante, que suele posar de esta guisa haciendo ver que se va a comer uno, para subir luego la fotografía a las redes sociales

Expolio de la naturaleza

Pero no hay que hacerlo, igual que a nadie se le ocurre ingerirlos. No hay que romperlas en pedacitos. Ni mucho menos llevárselas a casa. Se trata de un expolio de la naturaleza que, según algunas fuentes, alcanza los diez kilos al mes. Ni los piratas de hace siglos lo hacían. A este ritmo, dentro de poco apenas quedarán restos de estos rodolitos en la playa de El Hierro.C

Altísimo valor ambiental

Este coral de forma tan peculiar y caprichosa tiene un altísimo valor ambiental. El biólogo Francisco Otero, del Instituto Ecoaqua de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, explicó a El País que, mientras han estado bajo el agua, han absorbido el dióxido de carbono del mar, de manera que ayudan a combatir el cambio climático, y en sus cavidades se han depositado huevos de diferentes especies marinas. Con el paso de los años, una vez en la costa, se erosionan y se convierten en arena de la playa.Imágenes

Fuerteventura. Corralejo. Rocky Point

Los órganos, visita imprescindible

Si las condiciones marítimas lo permiten podrás disfrutar de una vista inolvidable del monumento natural Los Órganos, una formación rocosa única y caprichosa de columnas verticales que se asemejan a los tubos gigantes de un enorme órgano de una iglesia. Imágenes

¿Razones para visitarlo? Muchas, te decimos algunas:

Los Órganos

– Son muy raras las ocasiones en la que la naturaleza permite mostrar con tanta claridad uno de los fenómenos volcánicos más sorprendentes: La primera vez que lo observas sobrepasa cualquier idea previa que pudieses imaginar.

– Se trata de una arquitectura que no es producto del azar, un patrón matemático que, dadas las condiciones de formación, distribuyó la lava en columnas de base hexagonal.

– Este gigantesco órgano mide unos 87 metros de alto por 191 metros de ancho, alcanzando cada columna un grosor de más de un metro. En sus orígenes era parte de un volcán que entró en erupción. Esta extraña formación se explica por la viscosidad de las lavas que hizo que ascendieran con mucha dificultad y muy lentamente por el conducto eruptivo. Cuando finalmente se enfriaron, lo hicieron formando la estructura hexagonal que se puede ver ahora. La erosión las ha dejado al descubierto.

– Los acantilados de Los Órganos están situados en una de las zonas más antiguas de La Gomera, con unos 20 millones de años y representan un punto de gran interés científico para geólogos de todo el mundo. La única forma de apreciar su belleza por completo es desde el mar.

– Durante el trayecto marítimo es probable que veas delfines y ballenas. La Gomera es un lugar privilegiado para la observación de cetáceos en libertad, si bien es más común verlos más al sur. Las aguas de la isla son elegidas por estos mamíferos por su temperatura y la abundancia de alimentos. Hay especies que viven permanentemente en las aguas de La Gomera. Si eres amante de la naturaleza seguro que te interesan las excursiones para observar delfines y ballenas en libertad.

– Durante el trayecto hasta Los Órganos es una oportunidad única para ver la costa de la isla y sus pueblos. Si inicias tu visita desde el puerto de Valle Gran Rey, camino al norte podrás ir viendo los diferentes pueblos costeros que merecerán una visita posterior, Taguluche, Alojera, Tazo y Arguamul. Todos ellos con el encanto de los pueblos alejados de la masificación, con sus silencios y sus paisajes casi intactos. Las casas tradicionales de esta zona parecen estar colgadas en las inclinadas laderas que descienden bruscamente hacia el mar. Ideal para perderse en La Gomera más profunda, con la presencia de muchos elementos etnográficos como bodegas, lagares, eras, terrazas y hornos domésticos. ¡No dejes de visitar alguno!

– Esta curiosidad geológica no sólo se ve en superficie, sino que desciende bajo el mar dando lugar a unos fondos marinos muy particulares. La riqueza biológica que alberga en todo este sector de la costa gomera, ha permitido que se lo declare Reserva Marina. Es el lugar ideal para la cría y desarrollo de peces como “la vieja”. ¿te atreves a bucear?

– No es sólo un monumento natural de gran belleza paisajística, esta área destaca por las aves que podrás observar como águilas pescadoras y charrán común. Por todo ello es una zona especial de protección para las aves.

– También, hace mucho tiempo, los gomeros se descolgaban por las resbaladizas paredes para rascar de la roca un liquen que se utilizaba para hacer tintes de color púrpura y que nacen en lugares expuestos a los vientos alisios. ¿Te los puedes imaginar?

Puedes consultar las empresas que realizan la actividad para visitar Los Órganos, un trayecto en barco que recorre la costa de La Gomera hasta este inolvidable monumento natural.

Gastronomía espectacular

La historia de los últimos pastores trashumantes de las Islas Canarias y su queso de flor.

Tras siglos de silenciosa y recóndita labor, recorriendo tierras en busca de pastos para alimentar sus ganados y llevar los quesos resultantes a los mercados locales, los últimos pastores trashumantes de Gran Canaria han acabado convertidos en estrellas mediáticas por esa atávica labor que casi nadie sabía que aún practicaban (trashumancia) y su aún más desconocido producto (el queso de flor que trasciende ahora las fronteras de la propia comarca donde sí es apreciado –el norte de la isla– e, incluso, las de la costa de esta ínsula que son su frontera natural y su resguardo).

Lo de la trashumancia no es ninguna rareza. “Desde antes de la invención de la agricultura, nuestros ancestros domesticaron diversas especies de animales, especialmente rumiantes, y desarrollaron técnicas pastoriles, por las que el hombre acopla los movimientos de su ganado a los ritmos productivos de la naturaleza”, decía el maestro quesero en el prólogo del libro Los últimos trashumantes de Canarias. Y aquí, como en el resto del mundo, ha sido exactamente igual desde que hace más de dos mil años llegaron los primeros pobladores a este archipiélago procedentes del norte de África, con sus cabras, ovejas, cerdos y perros y la clara intención de quedarse.

Su cultura pastoril –y hasta el vocabulario específico de la lengua que hablaban– pervivió al choque que supuso la conquista europea por las armas, que tardó en culminarse algo más de un siglo. Los indígenas canarios llevaban sus ganados de cabras de costa a cumbre en busca de los ricos pastos que las distintas estaciones del año ofrecían según la altitud y el clima. El invierno en la costa es más suave y crece antes la hierba; en verano, en las cumbres montañosas, aprovechan el pasto seco. Las siguientes generaciones de isleños, asimilados a la nueva sociedad que surgió tras la conquista, siguieron recorriendo las mismas rutas de trashumancia que sus antepasados, y aunque el idioma cambió por lo que hoy se conoce como el “español de Canarias” (con su propio acento, influencias, expresiones y vocabulario), ha pervivido un rico y variado léxico anterior.

“En las Islas Canarias perviven cerca de cuatro mil topónimos de la lengua guanche, pero es el sector pastoril el que conserva el mayor caudal de vocabulario de los aborígenes”, afirma el catedrático de Filología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) Maximiano Trapero. La cabra domesticada sigue siendo la jaira y su cría, el baifo. “Muchas de las plantas que comen los animales de pastoreo siguen conservando los nombres que les dieron los naturales de las Islas: tabaibas, beroles o berodes, bejeques, tagasastes, balos, iramas, fares o faros, gasias, tederas, jorjales y un larguísimo etcétera”, detalla en un artículo para la revista especializada canaria Pellagofio.

 Muchas de las plantas que comen los animales de pastoreo siguen conservando los nombres que les dieron los naturales de las Islas: tabaibas, beroles o berodes, bejeques, tagasastes, balos, iramas, fares o faros, gasias, tederas, jorjales y un larguísimo etcétera Autor

Esa trashumancia, expresión más reciente entre los pastores para lo que antiguamente llamaban, simplemente, “la mudada”, fue desapareciendo poco a poco de todas las Islas. ¿Todas? No, aún se resiste a desaparecer en Gran Canaria. Y, además, con un animal que evolucionó del cruce de las ovejas indígenas de pelo con las de lana que trajeron conquistadores y colonos desde la Península. El resultado es hoy la existencia de tres razas autóctonas de ovejas, siendo la denominada simplemente “oveja canaria” la que hay en esta isla y todavía hoy unas pocas familias siguen llevando de trashumancia.

Apenas llegan a la veintena el número de pastores trashumantes en pleno siglo XXI, casi todos en el norte de Gran Canaria. Y de esos pocos, se cuentan con los dedos de una mano los que siguen elaborando una rareza aún mayor que practicar la trashumancia en los tiempos que corren: el queso de flor (así llamado porque la leche se cuaja con flor de cardo silvestre diluida y macerada en agua, en vez de con cuajo animal, lo que le aporta su característico sabor de final amargo muy agradable).

Gran Canaria. Queso

Se trata de un queso, pues, en vías de extinción cuando está siendo descubierto por grandes chefs y consumidores de quesos raros y exclusivos que disfrutan de su especial bouquet, la inusitada y extraordinaria sensación en boca de su textura fundente y el sabor con toques ácidos, a cueva y a hierba fresca, gracias a la leche que produce un ganado alimentado con los mayores manjares vegetales y silvestres que una oveja pudiera imaginar… si es que una oveja puede imaginar, aunque sí debe ser consciente de ello, de alguna manera, puesto que se emociona en cuanto ve al pastor hacer los preparativos de la mudada y, haya sol o lluvia, camina ligera por ancestrales veredas al destino suculento de cada nueva trashumancia.

Este queso de flor, con una denominación de origen que lo define e identifica “de Guía”, lo sitúa en una pequeña comarca de apenas tres municipios (hay que sumar los de Gáldar y Moya). ¿Y por qué Guía lo bautizó? La plaza delante de su iglesia reunía cada domingo a pastores y agricultores que bajaban de los campos cada siete días a vender sus productos, que cargaban al hombro o sobre bestias por veredas y caminos. Tan antiguo que, a solicitud del Ayuntamiento, el 15 noviembre de 1935 publicó la Gaceta de Madrid (Diario Oficial de la República) el reconocimiento y la autorización formal para un mercado dominical que se venía celebrando de facto “desde tiempo inmemorial sin que las personas de edad más avanzada recuerden la fecha de su comienzo”.

La merecida fama del Queso de Guía (cuajo animal) y del Queso de Flor de Guía (cuajo vegetal), que se vendían los últimos siglos en ese mercado al aire libre y amparados actualmente en una DO, tiene en dos pastores trashumantes y en constante mudada (hasta tres y cuatro veces al año) a sus iconos más conocidos y reconocidos, por permitir que estas dos joyas sigan llegando a nuestras mesas: José Mendoza y familia (Cortijo de Pavón) y Cristóbal Moreno (Cortijo de Caideros), respectivamente. No son los únicos, pero quedan muy pocos. Ni serán los últimos, porque hay relevo generacional, pero tan escaso que sí puede que sean los penúltimos

Redacción.