Toneladas de polvo a la atmósfera

La atmósfera recibe cada año alrededor de 2.000 millones de toneladas de polvo en suspensión, un proceso natural en mayor medida, aunque también es fruto de actividades humanas por una gestión deficiente del agua y de la tierra. Así lo recuerda la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la agencia de la ONU especializada en el tiempo, el clima y el agua, en la quinta edición anual de su boletín Polvo en Suspensión en el Aire, difundido este miércoles y que se centra en la incidencia y los peligros de las tormentas de polvo y arena ocurridas en 2020.

Las tormentas de polvo y arena se producen cuando el aire extremadamente caliente hace que la atmósfera inferior del desierto se vuelva inestable, lo que provoca fuertes vientos que remueven enormes cantidades de arena suelta y la transportan a cientos, y en ocasiones a miles de kilómetros. El polvo en suspensión en el aire se vincula a problemas de salud, como afecciones respiratorias o meningitis, provoca regularmente el cierre de aeropuertos y la cancelación de vuelos, y crea condiciones peligrosas en las carreteras. Además, perturba sectores socioeconómicos clave, como la agricultura o la escolarización.

Las repercusiones de estos fenómenos en la salud, el medioambiente y las economías volvieron a quedar patentes en 2020, ya que enormes penachos de arena oscurecieron los cielos y mermaron la calidad del aire en muchas partes de África, Asia, América y Europa, además de recorrer cientos de kilómetros sobre el Atlántico.

Redacción