20 años sin Audrey

Este 20 de enero se cumplen dos décadas del fallecimiento de una de las grandes musas del cine y de una de las mujeres más adoradas por el público durante generaciones.

Hace casi 60 años, saltaba de repente a la fama junto a Gregory Peck con la comedia romántica Vacaciones en Roma. Sus grandes ojos y su garbo enamoraron a los votantes de la Academia de Hollywood y se hizo con el Óscar a la mejor actriz.

La actriz, hija de una baronesa holandesa y un banquero británico-irlandés, nació en Bruselas en 1929. Tras la separación de sus padres, entró a los 10 años en un internado en Londres, donde descubrió su amor por el ballet.

Más adelante, trabajó como modelo de fotos y comenzó a actuar con pequeños papeles hasta que, en 1951, fue descubierta cuando protagonizaba el musical de Broadway, Gigi. A partir de ese momento, la vida de Audrey daría un giro de 360 grados…

Tras ganar el Óscar con Vacaciones en Roma (La princesa que quería vivir), la joven se abrió un hueco en Hollywood. El director Billy Wilder la fichó junto a Humphrey Bogart para que hiciera de la hija del chófer en Sabrina, papel que le reportó una de las cuatro nominaciones al Óscar que obtuvo. Las otras las obtuvo por encarnar a una monja belga en Historia de una monja, como modelo encantadora en Desayuno con Diamantes y como ciega, que vive amenazada, en Wait Until Dark (Sola en la oscuridad/Espera la oscuridad).

Cuando rondaba los 40, Audrey se retiró casi por completo del negocio del cine. Su último papel fue a las órdenes de Steven Spielberg, que la convirtió en un ángel en Always. Pero no sólo nos ha legado una amplia colección de películas, y no sólo es recordada como «la princesa» del celuloide, ya que, tras retirarse de la gran pantalla, fue embajadora de Unicef, labor que le permitió ganar de forma póstuma un Óscar en 1993 por su labor humanitaria.

Hace 20 años, el 20 de enero, la inolvidable princesa nos decía adiós, a los 63 años, en Suiza, el país donde eligió vivir y donde está enterrada.

Miguel Thumser / Agencias