El 85% de los habitantes del planeta vive bajo cielos afectados por la contaminación lumínica, un problema ambiental que, además de impedir que millones de personas puedan contemplar las estrellas, tiene graves consecuencias en los ecosistemas, la salud y la observación astronómica.
La contaminación lumínica puede ser de varios tipos: hablamos de ‘intrusión lumínica’, cuando la luz invade áreas en las que debería haber oscuridad, o ‘deslumbramientos‘, cuando las luces mal orientadas van directamente a nuestros ojos, como las luces de las carreteras o los monumentos.
Sin embargo, la cara más conocida de este tipo de contaminación es el ‘brillo artificial’ o ‘skyglow’, la que nos impide ver los cielos estrellados y dificulta la observación astronómica científica. Este brillo es el resultado del comportamiento de la luz en la atmósfera.
Esta contaminación tiene graves efectos en los ecosistemas y en los insectos, que en su mayoría son de hábitos nocturnos y necesitan la oscuridad para realizar sus funciones básicas. También afecta a los humanos ya que modifica el reloj biológico, cuyo ritmo está regulado por la alternancia entre el día y la noche.
Para combatirla, tendríamos que cambiar la percepción social y comprender que la luz artificial es un agente contaminante, por ello deberíamos de hacer un uso más responsable de ella.
Redacción (Agencias).