«El principito» de Antoine de Saint Exupéry pasa por ser una de las obras más universales de la literatura, y ahora con su primera traducción al cántabro (cántabru o montañés) puede servir para promover la recuperación de esta lengua romance que, según la Unesco, se encuentra en peligro de desaparición.
Con esa idea Mario Pisano (Torrelavega (Cantabria), 2000), de la mano de Libros desde Tuma, inició hace un año el proyecto de lanzar «El Principucu», una edición de «Le Petit Prince» autorizada por la Fundación Saint-Exupéry y por la editorial francesa Gallimard, cumpliendo así con los criterios establecidos para las ediciones oficiales.
Con ello, el cántabro se suma a los más de 500 idiomas, dialectos y sociolectos de todo el mundo en que se puede leer la obra, lo que para Mario Pisano «ayuda a dignificar el patrimonio lingüístico de Cantabria» y también contribuye a preservar esta lengua.
En una entrevista con EFE, explica que «El Principucu» está escrito en un cántabro estandarizado, sujeto a ciertas normas gramaticales como el resto de lenguas, aunque recuerda que en la región existe el cántabro tradicional o popular que aún se habla en el día a día en pueblos de algunas zonas del interior.
Por ello, se ha utilizado la propuesta koiné, en la que una lengua es el resultado de un proceso sociolingüístico por el que una sociedad con hablantes de diversas variedades lingüísticas mutuamente inteligibles (muchas veces variedades del mismo idioma) acaba por formar un nuevo dialecto autónomo.
Así, se llega al cántabro estandarizado con una normativa basada en aportaciones de todos los dialectos, de forma que el libro recoge elementos armonizados de las distintas hablas que conforman esta variante de transición del dominio asturleonés.
El escritor resalta que el cántabro que se pueda escuchar en pueblos y ciudades se situaría en una transición hacia el castellano, y aún conserva muchos de los rasgos del asturleonés, como por ejemplo terminar muchas palabras en u, la j aspirada o la palatización de la ll. Y todas esas peculiaridades están en el libro.
Redacción · EFE