La salud mental infantojuvenil

La depresión infantojuvenil puede enmascararse en conductas de “mal comportamiento” como rabietas, irritabilidad, fobias o aislamiento. Sin embargo, síntomas como la tristeza se han asociado tradicionalmente a adultos y, tras la pandemia, los trastornos mentales en niños ha ido creciendo estrepitosamente.

El viernes 13 de enero es el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión, una enfermedad que perjudica a 280 millones de personas en todo el mundo (el doble a mujeres). En España el número alcanza la cifra de los 2 millones de personas, es decir, el 5,4% de la población.

Gloria Bellido, psicóloga clínica del Hospital Germán Trias i Pujol y coordinadora de la sección infantojuvenil de la Sociedad Española de Psicología Clínica (Anpir) estima que las cifras en menores son del 2% y el 5% de la población.

Lo que sí tienen claro los expertos es que es un problema al alza desde hace años y que la pandemia ha traído consigo «un avance más abrupto de lo esperado», apunta Mar Faya, jefa de Psiquiatría del Hospital Niño Jesús de Madrid.

¿QUÉ ES LA DEPRESIÓN?

«La tristeza, la frustración, es normal, y todos podemos pasar épocas mejores o peores», argumenta Miguel Ángel Álvarez de Mon, psiquiatra del hospital madrileño Infanta Leonor. Para poder hablar de un episodio depresivo, tienen que converger durante al menos dos semanas una serie de síntomas, el principal, una «tristeza patológica».

No es la tristeza «normal» derivada de la pérdida de un ser querido o el trabajo, sino que viene sin motivo aparente; otras señales son la dificultad para concentrarse o para afrontar tareas cotidianas, y otras son más físicas como la pérdida o aumento del apetito.

SÍNTOMAS EN NIÑOS

Los síntomas, explica la doctora Faya, varían según la edad, el desarrollo mental y emocional, el temperamento y la capacidad verbal para expresar sentimientos. En los más pequeños, «suelen aparecer molestias físicas, agitación, y temores«.

«Parece que todo les molesta, están inquietos, eso que se dice que se portan mal. Pues no, no es que se porten mal», agrega Bellido.

En los más mayores, se da paso a las alteraciones de la conducta e irritabilidad. La tristeza, el llanto fácil, la pérdida de interés o de la capacidad de disfrute ante actividades que antes sí le proporcionaban placer o la disminución del rendimiento escolar son otros síntomas fácilmente reconocibles.

Redacción (Agencias)