54 años del «White Album» de los Beatles

Después de haber completado un disco conceptual tan desafiante con Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, los Beatles toman el camino opuesto al no luchar por la perfección. Adoptan un enfoque más atrevido al no ajustar su composición a ningún estilo o concepto en particular. Cada canción es una entidad en sí misma, y esto lo convierte en una experiencia musical apasionante e interesante en su desorden.

Nunca antes un disco de rock había sido tan autorreflexivo o tan irónico; la parodia de los Beach Boys con Back in the USSR o la parodia británica Yer Blues juegan al doble sentido, por lo que nunca está claro si se trata de tributos afectuosos o sátiras perversas. Lennon entrega dos de sus mejores baladas con Dear Prudence y Julia; celebra el culto a los Beatles con Glass Onion; y, con Cry Baby Cry, rivaliza con Syd Barrett.

McCartney no llega tan lejos, pero sus canciones son deslumbrantes: es el caso de Honey Pie, el simulacro de country de Rocky Raccoon, Ob-La-Di, Ob-La-Da o Helter Skelter. Incluso Ringo tiene la oportunidad de brillar, con la pegadiza Don’t Pass Me By. En el caso de Harrison destaca de nuevo con la legendaria While my guitar mildly weeps y la pedestre Piggies, en la que usa el clavicémbalo.

En definitiva, la fuerza de este álbum de los Beatles radica en su diversidad, frescura y falta de perfección.

Redacción

Fotografía · AP