La Universidad de Reading, Reino Unido, en colaboración, entre otros, con la Universidad Nacional de San Juan, Argentina, y la de Copenhague, Dinamarca, han realizado un estudio con el que han demostrado que los piojos, esos pequeños «bichitos» que han acompañado a los humanos a lo largo de toda su existencia, son una gran fuente de ADN.
A raíz del cemento que estos utilizan para pegar sus huevos al cabello, los científicos, han recuperado el ADN de restos momificados que datan de hace 1.500 – 2.000 años. Según explican en el estudio, publicado por la revista, Molecular Biology and Evolution, esto es posible porque las células de la piel del cuero cabelludo quedan atrapadas en la sustancia pegajosa que producen las hembras, al adherir las liendres.
Las muestras analizadas en cuestión, ha revelado pistas sobre los patrones de migración humana precolombina dentro de Sudamérica pero, este método, permitirá el estudio de muchas más muestras de restos humanos cuando no se disponga de huesos y dientes que, era donde, hasta ahora, se extraía el ADN.