El sabor amargo evolucionó como un sistema de alerta natural para proteger el cuerpo de sustancias nocivas y, por lógica evolutiva, deberíamos querer escupirlo. Pero resulta que, cuanto más sensibles son las personas al sabor amargo de la cafeína, más café toman, según informa un nuevo estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Northwestern, en Estados Unidos, y el Instituto de Investigación Médica QIMR Berghofer, en Australia. La sensibilidad es causada por una variante genética.
En otras palabras, las personas que tienen mayor capacidad para saborear la amargura del café, y en particular el distinto sabor amargo de la cafeína, aprenden a asociar «cosas buenas con él», sexplica Marilyn Cornelis, profesora asistente de Medicina Preventiva de la Escuela de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, cuyo trabajo se publica este jueves en ‘Scientific Reports’.
El estudio también encontró que las personas sensibles a los sabores amargos de la quinina y de PROP, un sabor sintético relacionado con los compuestos en las verduras crucíferas, evitaban el café. Para el alcohol, una mayor sensibilidad a la amargura de PROP dio como resultado un menor consumo de alcohol, especialmente de vino tinto.
Redacción (Agencias)