Varios estudios señalan que las vivencias y viajes rompen con la monotonía y, por tanto, cambian el estado de ánimo. Gastar en experiencias es un modo de vivir algo diferente, mientras que comprar un objeto no implica un cambio sustancial en la vida del comprador.
Desde la Universidad Cornell, en Nueva York, afirman que la costumbre y la adaptación es uno de los principales enemigos de la felicidad. Los viajes aportan experiencias que, además, pueden mejorar en el recuerdo.
Los objetos son ajenos a nuestra persona, aunque compremos algo que siempre nos ha gustado. Desde Musement recuerdan que una experiencia es algo que se vive en primera persona y que, por tanto, siempre formará parte de uno mismo. Algunas de ellas pueden, incluso, cambiar el rumbo de vida y las maneras de pensar.
Redacción (Agencias)