Las vitaminas del grupo B son mucho más que un suplemento habitual: desempeñan un papel esencial en la prevención de la demencia, los ictus y otras afecciones cardiovasculares.
Así lo destacan investigadores del Centro de Investigación de Nutrición Humana sobre el Envejecimiento, que han encontrado vínculos entre el déficit de vitamina B12 y el deterioro cognitivo progresivo. Esta vitamina, junto al folato (B9) y la B6, actúa como clave en el metabolismo celular, ayudando en la síntesis de ADN y el funcionamiento del sistema nervioso.
Uno de los hallazgos más preocupantes es que hasta un 40 % de los mayores de 75 años podrían tener una absorción deficiente de B12, aumentando el riesgo de daño neurológico y deterioro cerebral. Además, estudios como Framingham, VITACOG o FACT muestran que una correcta suplementación puede ralentizar la atrofia cerebral y mejorar la función cognitiva.
Pero no todo queda en el cerebro: otras vitaminas del grupo, como la B2 (riboflavina), pueden ayudar a controlar la presión arterial en personas con variantes genéticas específicas. La niacina (B3) reduce el colesterol LDL, aunque a dosis elevadas que deben controlarse por sus efectos secundarios. La B6, por su parte, ha demostrado potencial para modular la inflamación crónica, un factor clave en enfermedades como la diabetes, la artritis o incluso la demencia.
La ciencia sigue demostrando que este complejo vitamínico, presente en alimentos como la carne, el pescado, el marisco, los huevos o la leche, podría ser un gran aliado para proteger el corazón y el cerebro, siempre bajo supervisión profesional y evitando excesos.




