De la música en estado puro a las experiencias temáticas y tecnológicas que dominan la actualidad
Las giras de los años 80 y 90 estaban marcadas por la fuerza del directo y la presencia imponente del artista, una época en la que nombres como Tina Turner, Phil Collins o Queen llenaban estadios con una mezcla de carisma, grandes voces y un espectáculo basado en energía pura. Tours emblemáticos como el I’m Your Baby Tonight Tour de Whitney Houston o el Human Rights Now! de Springsteen demostraban que bastaba con una gran banda y un artista en estado de gracia para conquistar al público.
Hoy, las giras funcionan como auténticos shows audiovisuales, donde cada segundo está diseñado para impactar todos los sentidos de quien lo vive. Artistas como Lady Gaga transforman sus conciertos en experiencias envolventes en las que la música convive con universos temáticos, pantallas monumentales y narrativa visual continua. Es un modelo más cercano al espectáculo escénico que al recital tradicional.
Pero esta tendencia, ¿es nueva?
La idea de temática ya había sido explorada por artistas como Madonna con su Blond Ambition Tour, pero en 2025 este enfoque se ha vuelto estándar.
El reciente paso de Katy Perry por España lo dejó claro: su espectáculo combina estética futurista, narrativa pop y cambios de vestuario cuidadosamente sincronizados con cada bloque del concierto. Todo forma parte de un relato pensado para reforzar una identidad visual coherente, algo que en tours de décadas anteriores rara vez se abordaba con tanta profundidad.
A modo de contraste, Michael Jackson llevó la producción de los 90 a un nivel insuperable para su época con el Dangerous World Tour, un show que sin abandonar la esencia del directo, marcó un antes y un después con la utilización de plataformas móviles, explosiones cronometradas y un ejército de bailarines. Aun así, incluso su espectacularidad analógica podría quedar eclipsada por las dimensiones tecnológicas de las giras actuales.
En las giras clásicas, incluso las más impresionantes, la tecnología estaba al servicio de la música en vivo. La mesa de sonido era analógica, la iluminación tenía limitaciones y los efectos bebían de una ejecución manual que añadía cierto componente artesanal al espectáculo.
Las giras modernas funcionan como producciones multimedia, donde gráficos 3D, cámaras en tiempo real, efectos sincronizados por software y escenografías digitales crean un entorno totalmente inmersivo.
Una logística renovada
El salto también ha influido en la logística. En los 80 y 90, las megagiras se movían con decenas de camiones cargados de estructuras pesadas, iluminación analógica y decorados voluminosos.
Las giras actuales, en cambio, priorizan materiales más ligeros, escenografías modulares y un peso mucho mayor del contenido digital, lo que facilita el transporte y permite adaptar el espectáculo a distintos recintos sin perder calidad.
La sostenibilidad se ha convertido en un añadido clave: las producciones modernas buscan reducir consumo, reutilizar materiales y minimizar su huella ambiental, un enfoque ausente en giras anteriores.
Eso sí, aunque los conciertos actuales son más complejos y espectaculares que nunca, el público sigue buscando lo mismo que buscaba en los 80 y 90: emocionarse.




