Los violines en general, o mejor dicho, los Stradivarius (porque “no es lo mismo un violín que un Stradivarius”) protagonizan la trama de esta “novela de objetos” donde lo importante no es la parte de thriller, ni siquiera la biografía de Antonio Stradivari. Lo destacable de la trama es el periplo de su último violín y de cómo llegó hasta Paraguay desde la ciudad italiana de Cremona. Por ello, Alejandro G. Roemmers, autor de “El misterio del último Stradivarius” nos ha llevado hasta este enclave, la cuna del lutier que con sus innovaciones a la hora de construir los violines revolucionó la forma de hacer música y que perdura hasta nuestros días. Para Roemmers “había muy buenos músicos en la zona”, pero Stradivari escuchaba los comentarios de los músicos y también podía tocar el violín un poco. “No era solo un artesano que dominaba la madera sino que realmente desarrollaba [el instrumento] en base al sonido que producía”. Desde la Escuela Internacional de Luthería de Cremona, el autor destaca que la fama de sus violines viene de “cómo van variando los milímetros desde la parte de externa al interior, cómo se va puliendo, dando forma y esas formas han tenido pequeñas variantes en el tiempo”.

Esta escuela internacional acoge a 150 estudiantes llegados desde todas las partes del mundo y que tienen muy clara su vocación. Para ingresar en esta academia de élite, previamente deben tener un diploma de conservatorio. Un “master” de cinco años de duración, de los cuales los dos primeros se centran en el aprendizaje de la música y de instrumentalización musical, que refuerza los conocimientos con los que han llegado a este palazzo renacentista y poder continuar con el legado del maestro lutier por antonomasia.
Una revolución en el instrumento que, gracias al artesano italiano paso de ser un acompañante de la voz, a tener protagonismo propio como figura. Para ello, Stradivari los hace un poco más grandes de modo que estos violines se adaptan a muchos tipos de música diferentes. El escritor argentino, afincado durante buena parte del año en España, nos destaca que “otros violines pueden ser muy buenos o sonar incluso mejor para Brahms o Beethoven, pero no pueden tocar igual de bien a Vivaldi”, coetáneo de Stradivari en aquella Italia.
Pero la novela comienza con el asesinato de Bernard von Bredow y de su hija en la remota localidad paraguaya de Aregúa. Una noticia real que llenó titulares y que captó la atención del escritor “porque el móvil aparente del crimen era el robo de los violines Stradivarius, que –digamos- ya sabía que son muy valiosos y me asombró muchísimo que violines de ese tipo estuvieran en una localidad tan alejada del mundo y tan pequeña y en manos así de un particular.”

Tras leer este primer capítulo, el lector podría pensar que tenemos entre las manos un thriller clásico (también aparecerán los dos típicos investigadores de este género literario), pero lejos de la realidad vamos a emprender la lectura de una novela histórica con el Stradivarius como protagonista. En palabras del propio Roemmers, “lo que a mi me genera la curiosidad no es saber por qué lo habían matado, (…) no quiénes lo habían hecho ni nada: lo que yo quería saber era cómo esos violines habían llegado ahí. Eso es lo que me generó curiosidad: cómo estos violines están en manos de este hombre ahí, qué hace un alemán con su hija de 14 años viviendo solo en una pequeñísima localidad prácticamente en el medio de la nada”. Un misterio que todavía no se ha resuelto pero que le ha servido al autor como percha para escribir esta historia de historias a lo largo de la línea del tiempo donde nos vamos a encontrar con los grandes hitos que han marcado el devenir de la humanidad en estos últimos siglos.
En la presentación el autor destaca la escritura del libro durante la pandemia por lo que le pareció interesante hacer un parangón con otras pandemias que se vivieron en otras épocas como fue el caso de Nápoles. También encontraremos las invasiones napoleónicas de Venezia, “un lugar también muy relacionado con la música, muy romántico. Roma, también.” Sin olvidar la “historia en la que tristemente y lamentablemente también están relacionados con los violines Stradivarius que son los campos de concentración”, recordando que “muchos de amantes de la música estaban en la tradición judía, y muchos de esos grandes instrumentos acabaron abandonados en los campos de concentración”. Incluso recuerda que hubo una orquesta que se formó con instrumentos rescatados de estos campos de concentración.

«El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor»
Alejandro G. Roemmers
“El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor”, destaca el autor justificando la inclusión en el relato de un campo de concentración en Italia, “porque siempre se habla de los campos de concentración en Alemania, pero cómo determinada ideología y determinada cosas puede producir mismo fenómeno en otro lugar y lo ha producido en este caso en Italia (…) El ser humano, en muchos lugares puede dar origen a este tipo de cosas, como fueron los gulags en Rusia, terribles; o cárceles en muchos otros lugares”. A renglón seguido denuncia que “parece mentira que hasta en la actualidad todavía hay un Guantánamo, o haya guerras donde se mata la gente, una historia como la que ocurre entre Israel y Palestina, o entre Rusia y Ucrania… Entonces, de alguna manera, ver si a través del arte, de la sensibilidad, de abrir el corazón, hacia la sensibilidad del arte podemos lograr que el ser humano escape de estos horrores”. Tratando de dar un punto de vista más positivo, Roemmers recuerda que “después de todas estas guerras, invasiones y luchas entre naciones tan cercanas y diferentes, Europa logra la paz”.
Tras visitar este centro de formación, dirigimos nuestros pasos a la Casa Antonio Stradivari donde vivió junto a su primera esposa y donde instaló su taller. Un lugar restaurado hace año y medio, donde se montó un taller actualmente en funcionamiento. Aunque este no es el domicilio que encontraremos en la páginas del libro, la estructura de la casa sí que es igual, de varios pisos y con una terraza o altillo en la planta superior donde se colgarán los violines “para que se seque la madera” sin que les de el sol de frente.

En la planta inferior nos encontraremos al taller con los artesanos que en el siglo XXI siguen construyendo estos instrumentos aunque ahora ya con la ayuda de las nuevas tecnologías, con un software capaz de imprimir modelos, pero el proceso de elaboración sigue siendo manual. De este modo cada instrumento acaba plasmando la personalidad del artista lutier que lo elabora. “Somos energía y ponemos la energía en lo que hacemos”, destaca el autor quien asegura que el estado de ánimo del creador, su personalidad, se plasma en el instrumento y contagiará incluso al interprete que lo haga sonar en el futuro. Es la impronta emocional sobre la madera, más allá de la firma personal en la “f” de la tapa.
Este es uno de los retos a los que se ha enfrentado el escritor a la hora de construir la personalidad de Stradivari: “el sonido tiene algo de la personalidad del lutier que hace el instrumento; esa energía, esa personalidad obsesiva, detallista de Antonio Stradivari se contagió de sus instrumentos y por eso son tan apreciados, tienen ese carácter” deducido también a través de las “lecturas donde se hizo un retrato de cómo una persona que toda su vida estuvo dedicada, desde los 12 o 13 años, hasta los 93 a tratar de lograr la máxima perfección como lutier, como artesano”, como obseso de la perfección, destaca el autor.
Mucho más que una «novela de objetos»
Otro de los retos ha sido concentrar estos siglos de historia en menos de 400 páginas y hacer encajar todas las piezas del puzzle en el relato y hacerlo, además, jugando con la mente del lector. Roemmers confiesa que lo más sencillo fue relatar “la parte Europea porque lo quería hacer era dar algunas pinceladas de la historia europea de estos 300 años, mostrando como este violín como objeto. Lo que no era tan sencillo era compensar eso con lo que sucedía en Paraguay, (…) darle un contenido importante a lo que ocurría allí: la investigación del detective y su ayudante, y creo que ahí estuvo el desafío más grande del punto de vista literario”.
Unas páginas en las que nos cruzaremos con personajes históricos de la talla de Giacomo Casanova, Giusseppe Verdi o el mismísimo papa Francisco, una persona excepcional –en palabras del escritor y filántropo- que ha pasado por su tiempo y por su vida. Es el motivo por el vual ha querido hacerle un homenaje, “pero también sobre todo porque él estaba muy involucrado en la causa de la paz, de la tolerancia a la compasión, y de que todos tenemos que sentirnos como hermanos”. Añade que, siguiendo las enseñanzas de San Francisco de Asis, “Bergoglio, nuestro Papa Francisco, tomó ese mensaje y siempre repetía: ‘Están todos llamados’, y él mostraba yendo a las cárceles, lavando los pies de los presos de la Semana Santa, o sensibilizándose por los que venían en barcazas desde el África… los inmigrantes, de que realmente tenemos que tratar de socorrer y asistir a los más necesitados”. A su juicio, el cristianismo, desde su origen, siempre puso el foco en los que más necesitaban y los más rechazados por la sociedad.

Hasta aquí nuestro análisis de la parte histórica de la trama, pero no debemos obviar el trasfondo de novela negra. Otro reto para el escritor quien confiesa que es difícil ser original al respecto “porque la pareja de detectives se da en la literatura de detectivesca que me gustaba leer: el detective y su ayudante. Pero creo que acá novedad está en que este Gutiérrez es un hombre rastrero, y que no duda en traicionar a su superior para obtener beneficio. Y, eso no se dio nunca -por menos en la literatura que yo conozco-, jamás el ayudante ha traicionado a su jefe, al detective principal. Así que me parece que eso sí es diferente en este caso”.
Pero como podemos leer a Vargas Llosa en el prólogo, es una novela de circulación, una literatura que sigue un objeto, cómo va siendo testigo de todas estas utopías o deseos o fracasos o victorias; ilusiones de personas y también de países y comunidades… Todo un orgullo para Roemmers haber contado con el Nobel de Literatura: “La verdad es que me ha conmovido, cuando él dice que parece mentira que alguien este hombre pueda ser empresario”. El autor argentino comparte que ha sido “una gran emoción que me haya dejado esto escrito antes de partir… Si no, me hubiera quedado con muchas ganas de saber si realmente le gustaría, no le gustaría lo que yo escribía… La verdad es que ha sido un gran regalo que me ha hecho”.

Como regalo el que le ha hecho también la ciudad de Cremona, donde ha vivido “una especie de sincronicidad, de una revelación” en una localidad donde todo respira violines: la confitería, la panadería, el restaurante… Pero la coincidencia triple –destaca- se ha dado la casa de Stradivari, donde nos hemos encontrado con un violín llamado Angelo, “como yo bauticé mi violín en la novela”, pero el real se llamaba Madrileño hasta que le cambiaron el nombre hace unos años. “No sabía que había un Stradivarius que se llamaba Angelo… se me ocurrió ponerle ese nombre, y que exista justo y sea el único Stradivarius en mi vida que yo he tenido en mis manos…” Además, el piano que se encuentra en este lugar también se trata de un Berstein; “y que ese piano cuando yo escribí la novela no estaba ahí ni existía este lugar (porque esto existe hace dos años), no existía… fue premonitorio todo esto. Y que todas esas tres circunstancias se den ahí, me pareció que a veces la ficción y la realidad se entremezclan de una forma casi mágica, pero ha sido real… No hubo magia, hubo sincronicidad”.
Un viaje que finalizamos, como no podría ser de otro modo en el Museo del Violín, donde podemos admirar la evolución de este instrumento a lo largo de la historia y a través de los distintos artesanos que lo han ido construyendo y perfeccionando como lo hizo Stradivari con estos objetos únicos, como diamantes, por eso que su precio en el mercado sean tan elevados. “Los bienes escasos tienen un valor”, sentencia Roeemers, quien destaca que “los precios siempre dependen de lo que alguien quiera pagar, ¿no? Así que yo no soy nadie para opinar (…) si [el precio] tiene que rondar los 10, 15 o 20 millones, eso lo dicta el mercado pero cuando se venden tan pocos, los que lo quieren y lo pueden pagar…”. “En caso del violín, además, es disfrutable… Si es una fundación -por ejemplo- la que lo tiene, pues mantiene el valor del dinero, se va a incrementando el valor a través del tiempo, pero a su vez lo puede prestar a artistas para que interpreten y de esa forma ‘sponsorear’ el concierto.
Un elevado valor que pudo ser el objeto del crimen con el que arranca esta novela, pero que no es más que la excusa para conocer la historia del último Stradivarius.
Ismael Arranz (Cremona)

El misterio del último Stradivarius Alejandro G. Roemmers Planeta, 2025 ISBN: 978-84-08-30634-4 368 págs. Precio: 20,90€ eBook: 15,99 €

Alejandro G. Roemmers
Alejandro Guillermo Roemmers nació en Buenos Aires en 1958. Es poeta, dramaturgo y colaborador de diversos proyectos a favor de la fraternidad y la paz en el mundo.
Ha recibido numerosos premios internacionales por sus actividades, entre los que destaca el San Francisco de Asís, otorgado en el Vaticano a un laico por primera vez en ochocientos años. En 2025 recibió el nombramiento de embajador por la Paz del WOFP (World Organization for Peace).
Ha publicado las novelas Vivir se escribe en presente y Morir lo necesario, ha escrito los musicales Franciscus, una razón para vivir y Regreso en Patagonia y tiene publicados numerosos poemarios. Ha compaginado su posición de empresario con una profunda vocación artística y literaria, y la transmisión de los valores esenciales del ser humano. En esta línea, publicó El regreso del Joven Príncipe y El Joven Príncipe señala el camino, libros traducidos a treinta idiomas, que llevan más de tres millones de ejemplares vendidos.




