Así responden las plantas al estrés ambiental

En un contexto global marcado por el cambio climático y la creciente inestabilidad ambiental, comprender cómo las plantas se adaptan naturalmente a condiciones extremas se ha vuelto crucial para garantizar la seguridad alimentaria y la sostenibilidad de los cultivos. En este marco, un equipo de investigadores del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea «La Mayora» (centro mixto del CSIC y la Universidad de Málaga) ha identificado un mecanismo molecular que permite a las plantas resistir situaciones de estrés constante.

Este hallazgo, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), es fruto de una colaboración internacional con el CIB-CSIC, la Escuela Normal Superior de Lyon y el Rothamsted Research del Reino Unido. El estudio revela el papel de unas proteínas específicas localizadas en los ‘sitios de contacto’ celulares, que conectan la membrana externa con el retículo endoplasmático sin que se fusionen. Estas proteínas actúan como puentes que permiten el reciclaje de lípidos señalizadores, fundamentales para activar las respuestas de defensa ante condiciones adversas.

Este sistema de reciclaje lipídico asegura que las señales de alerta no se agoten, manteniendo a la planta en constante vigilancia frente a factores como la sequía, la luz intensa, o la presencia de patógenos. El investigador Miguel Ángel Botella explica que la planta, al detectar estrés, activa una respuesta basada en estos lípidos, que inducen mecanismos como el cierre de estomas para evitar la pérdida de agua o el crecimiento de raíces en busca de humedad.

La investigación también subraya que el estrés ambiental es constante en la naturaleza, ya que las plantas nunca crecen en condiciones ideales. Tanto factores bióticos (como microbios u herbívoros) como abióticos (temperaturas extremas, suelo pobre o exceso de luz) pueden reducir su potencial de crecimiento. Por eso, entender los sistemas naturales de defensa de las plantas es clave para desarrollar cultivos más resistentes, ya sea mediante edición genética o seleccionando variedades con respuestas adaptativas más eficaces. El siguiente paso del equipo científico será optimizar este mecanismo mediante herramientas moleculares, con el objetivo de aplicarlo a la agricultura y reforzar la capacidad de adaptación de los cultivos frente al clima cambiante. Según Botella, estos avances permitirán mejorar la productividad agrícola sin comprometer la salud del ecosistema, haciendo frente a uno de los mayores desafíos del siglo XXI.

Redacción (Agencias).