Las duchas frías se han popularizado como parte de rutinas de bienestar, aunque sus efectos no están exentos de controversia. Aunque algunos defienden sus beneficios para la circulación, recuperación muscular y estado de ánimo, los especialistas advierten sobre los riesgos para personas con ciertas condiciones médicas.
Riesgos cardiovasculares y complicaciones
El principal peligro de las duchas frías es su impacto en el sistema cardiovascular. Según la doctora María Sanz Almazán, del Grupo de Enfermedad Cardiovascular de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, el frío «aumenta la frecuencia cardíaca y estrecha los vasos sanguíneos, lo que puede provocar efectos graves como síncopes, angina o incluso infartos».
Además, el médico internista Ramiro Heredia, del Hospital de Clínicas José de San Martín en Buenos Aires, advierte que las personas con enfermedades cardiovasculares «no compensadas o sin tratamiento adecuado» deberían evitar estas prácticas, así como aquellos con síndrome de Raynaud, crioglobulinemia, hipersensibilidad al frío y diabetes.
Beneficios potenciales
A pesar de estos riesgos, las duchas frías tienen algunos beneficios respaldados por estudios. Mayo Clinic y otros expertos señalan que la vasoconstricción inicial, seguida de vasodilatación, puede mejorar la circulación, aliviar síntomas de insuficiencia venosa y reducir la inflamación muscular.
Además, se ha observado que el frío podría estimular la producción de glóbulos blancos y aumentar los niveles de noradrenalina, fortaleciendo el sistema inmunológico y mejorando el estado de ánimo.
¿Cuál es la temperatura ideal?
Los efectos positivos del frío comienzan por debajo de 15°C, aunque los expertos sugieren no bajar de 5 a 7°C para evitar daños dérmicos o neurológicos. Para uso doméstico, se recomienda comenzar con temperaturas moderadamente frías y ajustar según la tolerancia personal.
Precauciones para una práctica segura
- Consultar al médico antes de comenzar si se tienen condiciones preexistentes.
- Iniciar con agua templada y terminar con un chorro frío para evitar choques térmicos.
- Limitar la exposición a unos pocos minutos.
- Escuchar al cuerpo: si se siente mareo, dolor o entumecimiento, suspender la práctica.
Aunque las duchas frías pueden ofrecer beneficios, su impacto varía según la persona y las circunstancias, por lo que es esencial practicar esta rutina con precaución y bajo supervisión médica cuando sea necesario.




