Adiós a las cabinas

Una especie en extinción, un icono, el símbolo de toda una época en la sociedad española representa la cabina telefónica, abocada a su desaparición definitiva por el empuje de las nuevas tecnologías que han modificado hábitos y formas de comunicación, principalmente a través de la telefonía móvil.

La falta de uso y su nula rentabilidad anidan detrás del reciente borrador de decreto del Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital que eximirá a Telefónica de la obligación de mantener este servicio y también del suministro de las guías, lo que sitúa al borde del abismo a este popular mobiliario urbano.

En España quedan algo más de 17.000 cabinas, la mayoría de ellas en Madrid, Barcelona y Las Palmas, donde ya constituye una estampa romántica y nostálgica, en todo caso anacrónica, la contemplación de un usuario en su interior, una imagen corriente hace no tanto tiempo junto a las colas en espera de turno.

El 88 por ciento de los españoles jamás ha utilizado una cabina, según un estudio publicado en 2016 por la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia (CNMC), y en torno a la mitad de ellas no realizan ninguna llamada.

La segunda oportunidad pasaría también, como ya se proyecta, por su transformación en puntos de acceso a wi-fi e internet, el repostado eléctrico de vehículos, el depósito y recogida libre de libros, y la recarga de suministros portátiles.

Los mercadillos de antigüedades, rastros y almonedas obrarán como intermediarios y prolongarán su agonía algunos años como testimonio de una época que con ellas se va y no quiso ver Antonio Mercero, fallecido hace unos días, que fue director y guionista junto a José Luis López Garci del mediometraje «La Cabina» (1973).

Redacción (Agencia EFE)